Hace 20 años que la investigadora Fiona Watson, de la ONG
Survival Internacional, conoció a los awá, uno de los últimos pueblos
de cazadores y recolectores del planeta. Viven en un pedazo de selva
tropical demarcada en el estado de Maranhäo, al norte del Brasil.
Rosa M. Tristán - El Mundo Hoy su territorio se ha ’encogido’ un 30%, un tercio menos de bosque tropical amazónico que ha caído en manos de los madereros, los ganaderos, los colonos.
Los últimos datos revelan que sólo entre 60 y 100 awás continúan viviendo en aislamiento,
son nómadas que huyen de la asimilación cultural; otros escasos 360
se reparten en cuatro comunidades en las que continúan viviendo como
lo hacían antes de sedentarizarse. "Están a punto de la aniquilación,
como ha pasado con otros antes", denuncia Watson.
Evitar un nuevo genocidio y proteger la selva en la que habitan es el objetivo de la campaña mundial que hoy lanza Survival, que ha contado con la colaboración del oscarizado actor británico Colin Firth
(’El discurso del Rey’). Firth ha prestado su voz en un vídeo en el que
se llama la atención sobre la situación de estos indígenas,
considerados ’la tribu más amenazada de la Tierra’, y refleja cuál ha
sido su modo de vida.
El panorama es poco esperanzador. Los awá vivíeron durante siglos en
un territorio que se extendía por 247.000 hectáreas de bosque
tropical. Ahora no superan las 118.000 hectáreas, que son las
demarcadas como zona Awá, legalizada en 2005, y aún así sus límites son vulnerados impunemente por madereros ilegales, terratenientes del ganado y colonos.
El hallazgo, en los años 70, de una mina de hierro
en el interior de esta región fue el primer paso de una destrucción
imparable desde entonces. "Construyeron caminos, crearon villas para la
mina de Carajás, incluso un ferrocarril financiado por la Unión
Europea que enlaza la instalación con la costa. Fue devastador. Ahora,
además, madereros ilegales construyen caminos, les acorralan",
denuncia Fiona Watson.
Pero no sólo la ONG está alarmada. Bruno Fragoso, del Departamento de
Asuntos Indígenas del Gobierno de Brasil (FUNAI) está convencido de
que "si no se adoptan medidas de emergencia con rapidez, el futuro que
le espera a este pueblo es la extinción". Y la antropóloga Eliane
Cantarino O’Dwyer asegura que su situación real es "de genocidio".
Ellos mismos son conscientes de que tienen poco futuro: "Todos vamos a
pasar hambre, los niños pasarán hambre, mi hija pasará hambre, y yo
también pasaré hambre. No quedará nada en la selva.
Los madereros llegan con sus camiones y se llevan los árboles",
declaró el awá Pirei Maa a Watson en una de sus últimas visitas.
Sentencias incumplidas
Pero ¿por qué el Gobierno de Brasil no frena esta sangría ambiental,
cultural y humana? Ya hubo un juez, José Carlos do Vale Madeira, que
en 2009 ordenó la salida del territorio awá de todos los ilegales en
180 días.
Tres años después, nada ha cambiado. De hecho, otro juez, Jirair Aram
Meguerian, volvió a ordenar un desalojo el 9 de diciembre 2011, pero
este también está recurrido.
"En el estado de Maranhäo hay poderosas oligarquías, terratenientes
que no dudan en recurrir a pistoleros. Muchos ganaderos han recurrido
el fallo judicial, que sigue perdido en los tribunales. En el fondo, no hay voluntad política de acabar con la situación, por eso lanzamos la campaña", insiste Watson a ELMUNDO.es.
Si un día los awá desaparecen, con ellos no sólo morirá su lengua,
sino un conocimiento del bosque tropical único en el planeta. Este
pueblo, que es capaz de cazar en durante la noche,
tiene una relación muy especial con los animales que matan
exclusivamente para comer. Cuando sus flechas alcanzan a un ejemplar y
ven que deja crías, las adoptan en sus cabañas como miembros de su
familia, como se ve en el vídeo.
La campaña, que se lanza hoy a nivel mundial, es un toque de atención a los dirigentes brasileños. Para ello, se puede enviar una carta al Gobierno de Brasil ; se puede hacer un donativo, o se puede escribir a la Embajada en España.
No es la primera, ni seguramente será la última. En 1987, la ONG ya
lanzó otra campaña contra el Proyecto Carajás, en el que denunciaba que
los efectos de la mina en los awás, y desde entonces ha venido
recordando su situación puntualmente.
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